ENSAYOS


La tarea militante, el trabajo educativo, la función que desempeñamos nos pone ante la necesidad de pensar lo que hacemos como una construcción de relaciones sociales, de amistades, de complicidades, de encuentros. Y esta construcción sólo es posible cuando entendemos que eso que llamamos pedagogía es solo lo que puede un encuentro, lo que se puede a partir de un encuentro.

No hay encuentro sin territorio, sin horas enteras andando, sin peleas, risas, dudas, errores, llanto. Es imposible que pase algo si no pasa nada. Si nos quedamos quietos en el despacho, en nuestras pocas ideas, en lo que nos resulta cómodo. Nadie viene a nuestro encuentro ¿porque lo harían? La pedagogía del encuentro es una pedagogía del territorio: calle, barrio, aula, fiesta. Es más compromiso que cargo, más amistad que distancia óptima, más barrio que despacho, es zoom esperando que sea el último.

Sin encuentro no hay pedagogía, sin presencia no hay encuentro, ni posibilidad de transformación. Sin encuentro no pasa nada. Nada crece, nada se transforma, nada puede alcanzar la máxima posibilidad, nada brota.

 La pedagogía del encuentro no busca encauzar, sujetar, dotar de herramientas que nadie necesita ni pidió, tampoco busca que estemos cómodos. Busca alcanzar la máxima potencia que nos dé un nuevo comienzo.